¿Cómo nos conectamos con el mundo?
Cuando pienso en el universo, siento que todo está conectado por los hilos invisibles de la casualidad. La mente está conectada al cuerpo, y éste a todo lo que le rodea, desde la vibración de nuestros pasos que recorren la tierra, hasta las ondas sonoras que se desplazan por el aire cada vez que hablamos. Esta idea se extiende a todos los recovecos del mundo e incluso hasta los cielos.
Una vez leí en un artículo una afirmación que decía que si una mariposa bate las alas en Japón, hay un huracán en Nueva York. Eso me hizo reflexionar y pensar que TODO es energía, así que no podemos ser insignificantes, porqué la energía nunca se pierde, se transforma. Así que si pensamos en ello podemos desafiar a ese pensamiento que en muchos momentos de nuestra vida nos acecha, esa sensación de vacío, ese sentimiento de no tener sentido en el universo, de no pertenecer ni a nada ni a nadie.
A pesar de esa extensa red de conexiones de largo alcance, muchos de nosotros nos refugiamos en nuestras cuevas individuales y fijamos sin ser conscientes límites que ahogan nuestros propios potenciales. Es entonces cuando empezamos a dudar del valor de nuestras propias opiniones, y con el tiempo nos encerramos en nosotros mismos, sin expresar aquello que sentimos, lo que verdaderamente nos define, nuestra esencia; dejando a un lado lo más importante: nuestro amor propio.
Si además añadimos como vemos el mundo desde nuestra ventana, influenciados por los medios de comunicación y la presión de las redes sociales a nuestro universo, somos conscientes del ritmo trepidante y auto exigencia que llevamos actualmente, produciéndonos una respuesta de estrés desmesurada.
Todo ello, es uno de los estímulos más pro-inflamatorios que recibimos en nuestro cuerpo, mente y espíritu. Cada vez más, estamos más expuestos a cargas elevadas de estrés. Bien dicen los autores que actualmente el estrés moderno y las causas de sufrimiento del ser humano se basan fundamentalmente en querer controlar a toda costa lo incontrolable. Y no nos engañemos, vivir en el control, en modo lucha constante, en la no aceptación del presente y en la resistencia a lo que vendrá nos ocasiona estar profundamente desconectados de nosotros mismos y en un estado de alerta que se traduce en nuestro sistema nervioso autónomo (SNA), nuestro sistema interno de respuesta.
¿Qué quiero decir con todo esto? Básicamente que nuestra unidad cuerpo, mente y espíritu dependerá de la capacidad de adaptación al contexto en que nos encontremos. Por tanto, a través de nuestro SNA nos relacionaremos con el mundo. Sin embargo, como todo en la vida, existen las dos caras de la moneda.
Así pues, el SNA puede actuar de dos maneras o bien, como un héroe ayudándonos a gestionar nuestro estrés, ansiedad, nuestros miedos, y a mitigar nuestro sufrimiento, o por lo contrario, como un villano, fijando este estrés en el tiempo, traduciéndolo en dolor crónico, dificultad de ejecución de nuestro sistema inmune, alteraciones gastrointestinales, alteraciones del sueño e incluso cambios en nuestro comportamiento.
Por tanto para llegar a la homeostasis, necesitamos elegir un enfoque integrador. Colocar el concepto de la unión de la unidad indestructible de cuerpo-mente-espíritu en consonancia con el mundo. Así que, pienso que cuando concibamos al mundo como “nuestro”, que nos ayuda a ser como somos, que está a nuestro servicio, se irá colocando todo en su lugar dejando atrás nuestros miedos más profundos y reinando la ansiada serenidad y armonía que necesitamos como el aire que respiramos.
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